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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

sábado, 26 de noviembre de 2011

QUE REPIQUEN LAS CAMPANAS… DE LA TORRE DE SANTA MARÍA LA BLANCA


En julio de 2003 la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía era declarada, por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de monumento, reconociendo así el valor patrimonial, artístico e histórico de este importante edificio y principal templo de Fuentes de Andalucía.
Meses más tarde, el 18 de enero de 2004, se procedió a su clausura tras el pertinente informe técnico del Arzobispado de Sevilla, visto el lamentable estado de conservación de la amplia techumbre del edificio.
A partir de ese momento, una Comisión se constituyó al efecto y comenzó a realizar contactos y actuaciones encaminadas a recaudar los fondos necesarios para restaurar el edificio. Un camino largo y pedregoso donde las puertas cerradas y promesas incumplidas han sido muchas, provocando en ocasiones el desánimo de la Comisión que veía el hito de reabrir el templo como una utopía.
Pero hoy, ocho años después, el trabajo desarrollado va a dar sus frutos con el inminente inicio –en diciembre de 2011– de las obras de recuperación del templo, una vez que se han superado todos los trámites y se ha conseguido reunir los fondos económicos necesarios.
La primera fase –el proyecto se divide en cuatro, pero culminada la primera se podría reanudar el culto en el templo¬– se va a dividir en dos partes. La primera de ellas es la que se va a acometer en breve con un plazo de ejecución de 10-12 meses, con una inversión de 685.000 € como presupuesto de contrata y que consistirá en la rehabilitación estructural de las cubiertas del conjunto del edificio, consolidación de la torre y restauración de todas las campanas y el artesonado mudéjar.
Esta parte primera de la fase 1 va a ser financiada en su totalidad con los fondos que durante estos años ha recaudado la Comisión, en torno a 300.000 euros donde se incluye la asignación presupuestaria anual que ha venido aportando el Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, y la partida de 400.000 euros que ha aportado el Arzobispado de Sevilla.
Para las siguientes fases «se espera» contar con la aportación de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, tras la firma de tan anunciado convenio.
Esta luz en el camino es fruto indudable del tremendo esfuerzo humano realizado por la Comisión durante estos ocho años y por el impulso dado por el nuevo párroco, don José Antonio Martínez, en el año que lleva al frente de la parroquia fontaniega.
Ante la inmensa alegría que para la comunidad parroquial y el pueblo de Fuentes de Andalucía suponen estas gratas noticias, he recuperado un artículo que sobre la torre de Santa María la Blanca, por donde van a comenzar las actuaciones, publiqué en la Revista de Feria de Fuentes de Andalucía de 2001.
Que repiquen las campanas de la torre de Santa María la Blanca, porque en estos días comienza la cuenta atrás y, más pronto que tarde, este magno edificio volverá a relucir como lo ha hecho durante los últimos siglos de nuestra historia.

Testigo en el tiempo y en la historia, la torre de Santa María la Blanca es sin duda la imagen más universal de Fuentes de Andalucía, la instantánea más captada por cámaras fotográficas, tanto por su importancia histórica y monumental como por encontrarse sobre el cerro principal en el que se sitúa el casco histórico de la población.
Desde los cuatro puntos cardinales es vista sin nada que lo impida, alta y esbelta, perdurando en el tiempo desde que allá por mediados del XVIII finalizaran las obras de su construcción. Es huella del pasado que ha sido la encargada de anunciar con sus campanas penas y alegrías, descansos y victorias. Con los tañidos unidos de sus seis voces de bronce se repicaba a gloria y dos de ellas doblaban la desgracia de otra marcha, mientras que cada treinta minutos latían los secos golpes del reloj.
Siempre sola pero llena de vida, ha sido y es refugio de palomas, cernícalos y lechuzas que en ella encuentran cobijo, y soporte de los clásicos nidos de cigüeñas que perduran en lo más alto junto a la maravillosa cruz que le corona.
Situada en la cabecera de la primera nave epistolar contigua al presbiterio, se orienta, al igual que el templo, según la disposición tradicional, que dispone el eje principal en dirección Este a Oeste.
La construcción del templo actual se llevó a cabo en distintas fases y fechas, creciendo a lo largo de más de dos siglos tanto física como estéticamente, comenzándose a construir en la segunda mitad del siglo XVI sobre una antigua fábrica medieval que incluso ya contaba con torre, según documentos que nos corroboran la existencia en 1577 de «dos campanas en la torre. La una mayor que la otra» [1].
El auge de población que a mediados del XVI sufría la villa, hizo que las dimensiones del edificio no fueran aptas para la celebración del culto en él al no dar cabida a todos los fieles, obligando ello, en el último cuarto del siglo XVI, a la intervención del Consejo de la Villa en el templo, llevándose a cabo las primeras obras que señalándose como importantes iniciaron la construcción del edificio actual, en las que el Consejo ordenó «hacer mandamiento para cobrar el alcance producido en la obra de la iglesia» [2].
Tres años más tarde, en 1589, las actas capitulares hacen referencia de nuevo a las citadas obras, acordándose solicitar al Real y Supremo Concejo del Reino licencia para interponer un maravedí [3] de «çiça» sobre la carne y pescado que se vendiera en la villa. Se trataba de una especie de impuesto que consistía en que por cada libra [4] de carne o pescado que se comprara en la villa se destinara un maravedí para la construcción de la iglesia.
«En este cabildo se trató e acordó que se dé poder a Lope de Vergara estante en la Corte del Rey Nuestro Señor para que gane probisión de su real e supremo conçejo para queste conçejo pueda imponer un maravedí de çiça sobre cada una libra de carne e pescado que se vendiese en esta villa para la obra de la iglesia atento a que la dicha obra a muchos días questa començada e tiene fechos ya los cimientos e parte de las paredes e questa tan vieja que se teme que un día se a de caer e conjer la jente debaxo e que Andrés Martín Caballos, regidor deste conçejo haga pedimento e información sobrello para que se enbie al dicho real conçejo e coste de los suso dicho» [5].
Aunque dicha acta no aporta dato alguno sobre el templo en sí, nos corrobora la existencia de una iglesia anterior a la actual, lógicamente de dimensiones mucho más reducidas y la cuál se encontraba en muy mal estado.
Afortunadamente, la petición de licencia tuvo respuesta en apenas 40 días, siendo ella positiva para beneficio de la propia obra.
«En este cabildo se leyó una real probisión del Rey, Nuestro Señor, librada de los señores de su real e supremo conçejo ganada a pedimento desta villa sobre la çiça queste conçejo pide se eche en la carne y pescado que en esta villa se vendiere, para la obra de la iglesia desta villa como en la dicha real probisión se contiene la qual vista en el dicho cabildo el dicho gobernador por el dicho cabildo la tomó en sus manos e la besó e puso sobre su cabeça e dixo que la obediencia e obedeçió con el acatamiento en la dicha real provisión se a de haser a cabildo abierto e agora anda la jente ocupada en el agosto que luego que lo ayan acabado se pondrá en execuçión de haser e cumplir» [6].
El templo y la torre siguieron sometidos a obras durante las dos centurias siguientes, destacando las ejecutadas en el primer tercio del XVII, donde se levantaron las tres naves principales, así como la capilla mayor y la cripta bajo el presbiterio, éstas bajo el patrocinio de la Casa de los Señores de Fuentes, finalizando con el importante artesonado que cubre la nave mayor, del círculo de obras que ejecutara y dirigiera Diego López de Arenas.
Aunque no se tiene constancia documental, éstas no fueron más que la continuación de las primeras intervenciones llevadas a cabo a finales del XVI, así como estimamos que la torre no sufrió remodelaciones importantes, ya que en 1626 contaba, al igual que en 1577, con «dos campanas en la torre una mayor que otra» [7].
En 1681, por los daños provocados por un terremoto acaecido en octubre del año anterior, la torre sufrió una reparación debido a los daños efectuados por el movimiento sísmico [8].
Pero agraciadamente llegaría el XVIII, un siglo que cambiaría considerablemente el aspecto general del edificio a través de una serie de remodelaciones consistentes en la ampliación del templo con dos nuevas naves laterales, la construcción de una serie de dependencias interiores tales como la sacristía mayor, así como la terminación y elevación de la torre o campanario, que seguidamente detallaremos.
En mayo de 1736, tras la petición al Arzobispado por parte de la autoridad clerical local, se obtiene «permiso para cubrir la torre que se halla descubierta» [9], llevándose a cabo las obras en 1742 bajo la dirección del maestro mayor de obras del Arzobispado José Rodríguez [10], y finalizando en 1748 con la colocación de «los ochos balcones en la torre» [11]. Anterior a estas obras solo se tiene constancia de unas llevadas a cabo en 1711, donde se adquirió «un millar de ladrillos para solar la torre» [12].
El conocido terremoto de Lisboa, ocurrido el 1 de noviembre de 1755, produjo en el edificio serios desperfectos –de los cuáles aún se mantienen algunos–, llevándose a cabo hasta 1757 las obras de reconstrucción de los graves deterioros que se habían producido en la totalidad de las estructuras, y especialmente urgente era la consolidación de la torre como elemento más afectado. Tras el paso por la parroquia del maestro de obras Tomás Sambrano y el parecer de los alarifes de las villas de La Campana, Osuna y Écija, la fábrica parroquial nombró director de las obras al fontaniego Alonso Ruiz Florindo, el cuál rehizo la torre alternando distintos cuerpos geométricos y añadiendo estípites y azulejería policroma [13]. «Se hicieron obras de reconstrucción en la parroquia, que se cifraron en 15.000 reales de vellón, embargándose para ello algunos bienes y rentas de fábrica mediante certificación jurada que expidió Alonso Ruiz Florindo, maestro alarife» [14].


En lo que se refiere a campanas, las obras que continuamente se venían llevando a cabo no guardaban relación alguna con la incorporación de éstas.
El 25 de febrero de 1675, el maestro campanero Francisco Solano otorgó carta de pago de 180 reales de «una campana nueva para la iglesia» [15] contando ya la torre con tres campanas, y en 1678 se incorpora una cuarta, de vuelta y que tuvo un coste de 1.880 ¿ducados? [16].
Estas cuatro campanas aparecen de nuevo en 1741, donde se sabe que de las cuatro, tres eran de lengüeta y la restante servía de reloj.
Además de éstas, se posee documentación de fundiciones de campanas, todas bajo el patrocinio de la extinguida Hermandad de San Pedro en los años 1752, 1775, 1784, 1793 y 1801.
En la actualidad, los ocho huecos para campanas que posee el campanario, dos a cada cara, se hallan ocupados por seis campanas ordinarias, una para reloj y una matraca, denominándosele de la forma siguiente:
En la cara este (C/ Marquesa de Estella): Santa Ana, que es la del reloj, y San Pedro, de 1802 y ejecutada por el campanero Francisco Fernández.
En la cara norte (Plaza Santa María la Blanca): Matraca –cruceta de madera con martillos de metal que daba vueltas sobre sí mismo y servía para llamar a los fieles a los oficios de la Semana Santa–, que fue adquirida en 1816 por un coste de 907 reales [17], y San Sebastián, obra del maestro fundidor D. Miguel de los Reyes en 1741 [18].
En la cara oeste (C/ Fernando de Llera): Una sin nombre y Santa María la Blanca, que es la mayor y en la actualidad está cascada. Es fruto de la fundición de dos campanas viejas siendo cura D. Juan Bautista Jiménez Barros a finales del XIX, según inscripción que posee.
Y por último, en la cara sur (Patio del Sol): San José, de 1844. y Ave María.
Bajo el cuerpo de campanas se halla la maquinaria del reloj, de propiedad municipal, y en el extremo superior la torre posee una cruz de metal, de la que sale un pararrayos que se instaló en 1905 [19].

NOTAS:
1) A(rchivo) P(arroquial) de F(uentes). Inventario Parroquial de 1577. Folio 165.
2) A(rchivo) H(istórico) M(unicipal) de F(uentes). Libro de Actas Capitulares de 1578-90. Cabildo del 8 de septiembre de 1586.
3) Moneda española que equivalía a la séptima parte de un real de plata, equivaliendo este último a veinticinco céntimos de peseta.
4) Peso antiguo de Castilla, dividido en 16 onzas y equivalente a 460 gramos.
5) AHMF. Libro de Actas Capitulares de 1578-90. Cabildo del 8 de mayo de 1589.
6) AHMF. Libro de Actas Capitulares de 1578-90. Cabildo del 18 de junio de 1589.
7) APF. Inventario Parroquial de 1626. Folio 188.
8) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1672. Cuentas de 1681.
9) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1734. Folio 58.
10) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1734. Folio 119.
11) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1734. Visita 22 de enero de 1748. Folio 624 vº.
12) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1711. Folio 162.
13) OLLERO LOBATO, QUILES GARCÍA: Fuentes de Andalucía y... Págs. 50 – 78.
14) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1752. Folio 108.
15) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1672. Cuentas de 1675.
16) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1678. Cuentas de 1681.
17) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1808. Folio 109.
18) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1734. Folio 471 vº.
19) APF. Libro de Cuentas de Fábrica de 1900. Folio 12 de 1905.



2 comentarios:

  1. Amigo Francis, soy seguidor de tu Blog "Fuente de la Reina" y me gusta mucho lo que escribes en él,soy un fontaniego residente en Sevilla y estoy interesado en todo lo que atañe a mi pueblo, sigue deleitándonos con tus amenos escritos sobre el mismo. Muchas gracias.
    Un saludo de Manolo

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  2. Amigo Francis: Me encanta el sonido de las campanas; y más, las de mi pueblo. Cada vez que recorro la sierra de Huelva (Fuenteheridos, Galaroza, Almonaster, Alájar, Aroche...) me detengo a escuchar sus campanas porque aquí, en la costa, es difícil oír los tañidos: hay más bullicio y son más espaciados sus toques. De mi niñez recuerdo el tañir agudo de la campana de la Aurora llamando a arrebato cuando se producía algún incendio. Yo vivía en la calle Mediomanto y las viviendas del último tercio de la calle, que daban al "rueo", eran chozos de caña y paja, mal acondicionados, en los que era fácil que prendiera el fuego. Allí vivía Paquito el Chiclana, limpiabotas, con su mujer y una larga prole.

    Recuerdo también el sonido chillón de la campana de las Hermanas de la Cruz, el de San Francisco, el del Convento, el estridente eco a madera retorcida de la matraca en la tarde de cada Viernes Santo... Pero, de manera especial, recuerdo la armonía equilibrada del conjunto de campanas de la torre de Santa María la Blanca: graves y agudos con un sonido a bronce inigualable en sus repiques y "golpes". Mi madre me decía: "Calla, niño, que están dando golpes". Y, atenta, se ponía a escuchar el lenguaje de las campanas: "Po son de hombres, o de mujer, o de niño..."

    Gracias por evocarme estos recuerdos.

    Un cordial saludo.

    Manuel Flores Osuna

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