SOBRE EL NOMBRE DEL BLOG

A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

jueves, 7 de diciembre de 2017

UNA OBRA DE ARTE FONTANIEGA, EN LA CONMEMORACIÓN DEL IVº CENTENARIO DE MURILLO


El pasado 5 de diciembre, el Espacio Santa Clara de Sevilla abrió sus puertas a «Murillo y su estela», una de las grandes exposiciones que se celebran en torno al IVº Centenario del nacimiento del artista sevillano. Un viaje alrededor de su obra y de la influencia de su pintura en las generaciones posteriores, una estela que se prolongó hasta el siglo diecinueve. La muestra incluye préstamos de importantes pinacotecas internacionales como el Louvre, el Prado, Thyssen Bornemisza o el Palazzo Pitti... y entre ellas, una procedente de la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía (Sevilla).
Más de sesenta piezas excepcionales procedentes de colecciones públicas y privadas. Obras del propio Murillo y de discípulos o seguidores, entre ellos, La Roldana, en una muestra transversal que combina pintura, escultura, fotografía, grabado y dibujo.
La obra pictórica en cuestión procedente de Fuentes de Andalucía representa la «Lactación de Santo Domingo», la cual preside uno de los retablos laterales de la Capilla de San José, situada en la segunda nave del Evangelio de la conocida como «catedral blanca de la campiña». Una pieza que debe su autoría a la firma de Esteban Márquez de Velasco, fechada en 1693.  
En la representación, organizada la composición en torno a una diagonal, Márquez tomó de Murillo casi literalmente el grupo del fondo, con la Virgen y santas aproximándose a santo Domingo de Guzmán moribundo, inspirándose en la Muerte de Santa Clara del claustro chico de San Francisco de Sevilla.
El cuadro, que no es la primera vez que esta participa en una exposición de renombre, es conocido popularmente como «La Virgen de la Buena Leche».

Esteban Márquez de Velasco (Puebla de Guzmán (Huelva), 1652 – Sevilla, 1696) fue un pintor barroco español, seguidor de Murillo. Formado en Sevilla con su tío Fernando Márquez Joya, pintor actualmente desconocido, con quien trabajó hasta 1672, sus obras conocidas muestran una estrecha dependencia del arte de Murillo, de quien tomó esquemas y figuras concretas, si bien sus tipos humanos, de grandes ojos oscuros, son muy personales. En su obra se advierten notables diferencias de calidad, debido a la participación del taller, del que salió una muy abundante producción, existiendo constancia de que como otros pintores sevillanos y andaluces trabajó para el mercado americano.





miércoles, 6 de septiembre de 2017

LA FUNDACIÓN DE LAS COLONIAS SEVILLANAS DE LA ILUSTRACIÓN EN EL ENTORNO DE FUENTES DE ANDALUCÍA


En la segunda mitad del siglo XVIII se llevó a cabo al sur de Despeñaperros el más ambicioso proyecto reformista de la Ilustración española: la colonización y creación de las llamadas Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía.
Con el objetivo de suprimir fuertes desequilibrios territoriales, mejorar el aprovechamiento de recursos repoblando zonas desérticas y buscando crear una sociedad reformada, el rey Carlos III, Campomanes, Pablo de Olavide y otros ilustrados ejecutaron esta loable empresa levantando nuevos pueblos y aldeas en zonas deshabitadas, moradas de malhechores y bandoleros que atacaban las diligencias a su paso por el Camino Real, que discurría a escasas leguas de la villa de Fuentes.
Una actuación repobladora que se centró en los «grandes desiertos» que recorría el Camino Real de Andalucía: el desierto de Sierra Morena o de la Peñuela, en el reino de Jaén, y los desiertos de La Parrilla, entre Córdoba y Écija, y de La Monclova, entre Écija y Carmona. En ellos se crearon una serie de asentamientos construidos con criterios racionalistas y en los que se acogió a unos seis mil colonos venidos principalmente de diversos rincones de Europa Central, entre los que se repartieron las tierras. Dichas poblaciones fueron: Almuradiel, Arquillos, Aldeaquemada, Montizón, Carboneros,  Santa Elena, La Carolina (donde se estableció la sede de la Intendencia), Guarromán, La Carlota, San Sebastián de los Ballesteros, Fuente Palmera y La Luisiana con sus aldeas de El Campillo, Los Motillos (desaparecida en el s. XIX) y Cañada Rosal, creadas en baldíos de Mochales, terrenos comunales de la ciudad de Écija. Unas nuevas poblaciones que se encuentran repartidas entre las actuales provincias de Jaén, Córdoba, Sevilla y Ciudad Real y que llegaron a aglutinar un total de 60 nuevos asentamientos, entre pueblos y aldeas –de los que hoy quedan aún en pie 48–, y que son el testimonio vivo de aquel modelo que materializó con muchísimo esfuerzo y oposición el Gobierno Ilustrado del rey Carlos III [1].
La recluta de colonos la realizó Juan Gaspar de Thürriegel, un aventurero bávaro que, valiéndose de algunas artimañas, logró introducirse en la alta sociedad y círculos de la Corte madrileña para poder formar parte del proyecto colonizador. En 1766 se comenzó a tratar la empresa de Thürriegel y el 28 de febrero de 1767 el Rey autoriza que se formalice el contrato para introducir en España seis mil colonos extranjeros, de ambos sexos, que debían ser católicos, labradores y carecer de antecedentes delictivos, por los que el bávaro recibiría 326 reales por cada uno de ellos.


La situación económica que atravesaba parte de Europa y más concretamente Alemania, a mediados del siglo XVIII, era bastante precaria. Las muchas guerras en los territorios del Rhin habían traído consigo muchas calamidades y la mendicidad se convirtió en fenómeno universal y en un problema del tiempo en todos los países centroeuropeos. En este ambiente de pobreza es lógico que se estableciera con fuerza la idea de la emigración a otros países y las gentes acudieran con entusiasmo a las convocatorias lanzadas por los agentes de Thürriegel en sus proclamas, en las que difundía, entre otros mensajes:
«A casi nadie le es desconocido el que España es una tierra de clima tan feliz y una región tan bendecida del cielo que ni el calor ni el frío muestran en ella nunca sus filos... Su tierra es una de las más productiva de Europa... produce los más hermosos trigos, centeno, cebada, avenas y linos, produce también toda clase de hortalizas... en gran abundancia y con poco trabajo. Animales cornudos de toda clase y caballos, mulos, asnos, ovejas… No tiene menos en vinos, los más sabrosos del mundo. Olivos y almendros, naranjos y limoneros, higueras, granados y castaños… ¿Qué personas reflexionarían largamente para dejar una patria donde carecen de toda fortuna o la poseen pequeña, donde suspiran en su pobreza en amargos sudores? … ¿Qué personas, repito, se mostrarán remisas en marchar deprisa hacia la feraz y feliz España?...» [2].
Con tan tentador discurso, no le fue difícil a Thürriegel conseguir los seis mil campesinos para los que había sido contratado, que buscaban la «Tierra Prometida» de los panfletos en esta Andalucía de sol y luz de mediados del siglo XVIII.
La iniciativa pretendía implantar una nueva organización social, liberada en cierto modo de las restricciones jurisdiccionales del Antiguo Régimen. Para ello se redactó el Fuero de las Nuevas Poblaciones, de cuya promulgación se conmemoró el pasado 5 de julio su 250º aniversario, punto de partida de las celebraciones que durante el próximo año rememorarán las tan significativas efemérides de las fundaciones de las colonias.
En este Fuero se reguló con meticulosidad todos los aspectos de la vida económica y social de los colonos –bajo un régimen legislativo y administrativo propio– y cuanto tenían que percibir a su establecimiento: los lotes o suertes de tierra de labor (alrededor de 50 fanegas –unas 32 hectáreas–), los medios e instrumentos para la labranza (un arado, un azadón y semillas para la primera sementera y la subsistencia del primer año), el número de cabezas de ganado (a cada familia se le dieron cinco gallinas, cinco cabras, cinco ovejas, dos vacas, un gallo y una puerca de parir), los beneficios (pan durante un año y exención de impuestos durante diez), la distribución de núcleos y aldeas, las distancias entre pueblos (entre cuarto y medio cuarto de legua), los equipamientos con que se dota a las nuevas poblaciones (escuelas, pósitos, iglesias...), un programa completo de ordenación pensado para que fuesen autosuficientes en el territorio [3]...
Este documento legislativo de 1767 contemplaba postulados tan modernos y progresistas para la época como: la enseñanza primaria obligatoria y gratuita para todos los menores (niños y niñas) del pueblo llano [Art. LXXIV del Fuero]; o que la mujer fuese considerada tan útil y tan capacitada como el hombre para trabajar, no sólo en las habituales tareas domésticas sino también en la agricultura e incluso la industria [Art. XXXIII y XLIII del Fuero]. El Fuero de las Nuevas Poblaciones representa históricamente «el nacimiento de un modelo urbano, social, político y cultural diferente, que rompe con los principios arcaicos, conservadores y rancios en los que se asentaba el Antiguo Régimen. Una apuesta por la formación y los valores como motor de desarrollo de los pueblos, intentando transformar la realidad, combatiendo el analfabetismo para mitigar el efecto de la principal arma que doblega a los pueblos y su gente, la incultura [4]».
Durante la vigencia del Fuero, cuya derogación definitiva aconteció en 1835, las Nuevas Poblaciones se agrupaban para su gobierno en el marco de una Intendencia, que las convertía en la «quinta provincia andaluza», con el mismo nivel político y administrativo que los cuatro reinos de la Andalucía de la época: Córdoba, Jaén, Sevilla y Granada. La Carolina ejerció como capital de todas las Nuevas Poblaciones y sede de la subdelegación de la zona de Sierra Morena, así como acogió la Superintendencia, que recayó inicialmente en el ilustrado Pablo de Olavide, y en La Carlota se ubicó la capitalidad de las colonias occidentales, siendo sede de la segunda subdelegación.
Es en este contexto general en el que, en territorios próximos a las tierras de Fuentes y la Monclova, nacen a partir de 1768 las colonias sevillanas de las Nuevas Poblaciones: La Luisiana con sus aldeas de El Campillo, Los Motillos y Cañada Rosal, en cuya fundación nos centraremos en adelante.
Las tierras para este proyecto ilustrado fueron segregadas a Écija y comprendían 9.161 fanegas de las dehesas de las Yeguas y Mochales, a las que había que sumar las 905 fanegas del cortijo de la Orteguilla, propiedad del marqués de Peñaflor.
Pero los comienzos fueron sumamente difíciles y lejos de toda realidad quedaron las proclamas de Thürriegel. Al duro clima de la zona que se encontraron los colonos, el agotador trabajo de desmonte, las pésimas condiciones de vida, la enfermedad que se apoderó de ellos… se unió otro problema más: el rechazo y la oposición de los vecinos de la comarca, principalmente y por razones obvias, los de Écija.
Los campesinos y braceros de Fuentes, La Campana, Palma del Río, así como los de la propia ciudad de Écija, veían con sumo rechazo las oportunidades y prerrogativas que el gobierno de Carlos III daba a estos «extranjeros», ya que los propios del lugar vivían muchos de ellos sumidos en la miseria y sin tierras.
La propia oligarquía ecijana se mostró muy en contra e hizo todo lo posible por la inviabilidad del proyecto ilustrado. Como se ha indicado, del término ecijano fueron segregadas la totalidad de las suertes entregadas a los colonos, y la mayoría de las tierras eran dehesas de propios o dehesas concejiles, cuyo aprovechamiento era comunal para todos los habitantes de la ciudad, y los terrenos baldíos, que aunque no eran dedicados al cultivo, suministraban caza, leña, pastos y frutos silvestres. Pero a pesar de ello, los responsables de la repoblación consiguieron –no sin innumerables contratiempos– hacer realidad la iniciativa del gobierno de la nación.
Los primeros colonos empezaron a llegar a la colonia de La Luisiana –que fue el primer núcleo que se comenzó a levantar– a finales de 1768, prologándose la llegada hasta octubre de 1769, y no traían más que sus manos, sus ganas de trabajar y mucha esperanza para convertir unos baldíos llenos de matorrales, lentisco, jara y palmas en una tierra productiva y competitiva con el resto de las tierras de la campiña sevillana.


A las colonias sevillanas llegaron familias extranjeras de los más dispares rincones de Centroeuropa, buscando las bondades prometidas de los panfletos y la propaganda de Thürriegel, procediendo principalmente de Alemania y Francia, y en menor número de Italia, Bélgica, Suiza y Austria. Dentro de cada país, los colonos eran originarios de las mismas zonas, pueblos o regiones por lo que emigraban varias familias juntas del mismo lugar.
También se sumaron colonos españoles, cuya procedencia se puede clasificar en dos grupos: por un lado, los procedentes de los pueblos vecinos, mayoritariamente de Écija, y de forma esporádica de las localidades de Fuentes de Andalucía, La Campana, Herrera, Lantejuela o La Rambla [5]; y por otro colonos procedentes de Almería, Valencia, Galicia y otras zonas de España. Estos colonos españoles comenzaron a establecerse en su mayoría a medida que iban quedando suertes vacías por fallecimiento de algún colono extranjero, cuya realidad fue notable.
Poco pudieron disfrutar los colonos llegados a la Nueva Población de La Luisiana de «aquel jardín verde, de aquella constante primavera donde florecen los árboles, en todas las épocas del año, y no puede verse nunca la nieve» descrito en la propaganda del bávaro. Junto a los rechazos antes citados, muchos fueron recibidos por el despiadado calor de verano que les sorprendió a medio instalar y les castigó con la dureza que acostumbra en los meses de julio y agosto en esta zona de la campiña sevillana. La desolación y la angustia se apoderaron de las familias y en los comienzos del verano de 1769 comenzó a cobrarse las primeras víctimas una epidemia de fiebres tercianas (paludismo o malaria) y obstrucciones de vientre que mermó considerablemente la recién llegada población de los nuevos núcleos, llegando a perecer un tercio de los colonos en el transcurso del primer año.
La influencia y participación de los pueblos vecinos en los primeros años de la fundación de las colonias fue sumamente considerable, tanto por el rechazo y la indiferencia que ejercieron, como por la participación de diversos gremios en el levantamiento de los núcleos poblaciones aportando albañiles, carpinteros, materiales…, prestando servicios e incluso, como se ha citado con anterioridad, llegando a ser punto de origen de algunos colonos que pudieron «beneficiarse» de nuevas suertes de tierras.
En este proyecto colonizador que nos ocupa, que cambió considerablemente la configuración del territorio de la comarca, participaron activamente diversos alarifes fontaniegos, destacando por la relevancia del papel encomendado la figura del afamado Alonso Ruiz Florindo.
En 1769 el propio intendente Olavide había solicitado, a los maestros de obras radicados en Fuentes y otras poblaciones cercanas, la asistencia técnica para acelerar el proceso constructivo de la Nueva Población de La Luisiana, citando literalmente: «he despachado propios a Fuentes, Carmona y Sevilla pidiendo albañiles y carpinteros a todo precio» [6].
Del mismo modo, el cese en agosto de 1770 de la mayoría de los ingenieros militares que habían dirigido hasta el momento la construcción de las Nuevas Poblaciones, obligó a contratar arquitectos de las localidades colindantes, y que en el caso de Alonso nos queda ratificado documentalmente con posterioridad.
En mayo de 1771, mientras Alonso estaba ocupado en la conclusión del ayuntamiento de Fuentes, facultó a su hermano Cristóbal para que le sustituyera en caso preciso en los trabajos de las Casas Capitulares dado que su dedicación a la gran empresa de la Nueva Población de La Luisiana le ocupaba mucho tiempo, ratificando su cargo como maestro mayor de ella a la fecha citada: «esttándolo [nombrado] también todas las obras de la Real y nueba población de la Luisiana como maestro maior de ella» [7].
Los nuevos maestros mayores nombrados tras el requerimiento de Olavide tenían encomendada la dirección de obras, y solo en casos muy determinados de aquellos que estaban facultados, podrían proyectar, por lo que cabe preguntarse el grado de responsabilidad creativa que Alonso ejerciera sobre La Luisiana, El Campillo, Los Motillos y Cañada Rosal, atribuyéndole algunos investigadores la autoría de la Casa de Postas de La Luisiana [8].


Durante años, Alonso debió seguir ejerciendo su función como maestro mayor de La Luisiana y sus aldeas, ya que en 1784 fue nombrado para actuar como correo de esa población [9], posiblemente por sus continuas idas y venidas.
Otro maestro albañil fontaniego que ejerció su menester en la colonia de La Luisiana fue Francisco de Morales. El 17 de marzo de 1769, este contrató con D. José Manuel de Álava la construcción en La Luisiana de «dos casas de havitazion… en el sitio que me señale por el dicho Señor Director», en el precio de 1.600 reales cada una de ellas, para lo cual el citado Francisco de Morales hipotecó unas medias casas de su propiedad, situadas «en la calle maior de esta villa, fuera del arco que nombran de Ezija… [10]».
La participación tanto de Alonso Ruiz Florindo en calidad de maestro mayor, como la de los diversos maestros albañiles y carpinteros fontaniegos, dejó sentir la influencia en los nuevos núcleos poblacionales de la comarca de la arquitectura tradicional de Fuentes, que ofrece ejemplos de sencillas viviendas realizadas con métodos constructivos tan extendidos en el caserío fontaniego de la época, como son el empleo de la carpintería de entresuelo y cubiertas, la tejería morisca y el enfoscado y encalado de exteriores [11].
El Cabildo Municipal fontaniego se mantuvo en todo momento al margen del proceso colonizador ilustrado, principalmente porque no había sufrido enajenación de sus territorios, que en la época no lindaban con el de las colonias como sí lo hace en la actualidad, ya que entre el término fontaniego y las tierras destinadas a los colonos se situaba el término de la villa despoblada de La Monclova, propiedad del marqués de Ariza, titular a la vez del condado de la Monclova [12].
En 1771, el propio Cabildo se ofreció para facilitar morada en la villa al Superintendente de las Nuevas Poblaciones. Durante la visita que en mayo del citado año realizó Pablo de Olavide a la colonia de La Luisiana recibió afablemente, en calidad de Intendente del Reino de Sevilla, al Corregidor de Fuentes Mateo Antonio Barberi que se desplazó hasta la nueva población, entre otras cuestiones a tratar, «a cumplimentarle y ofrecerle alojamiento si transitaba por esta villa de Fuentes para la de Sevilla» [13], invitación que le fue declinada, pues el ilustrado no continuaría en su viaje hacia la capital.
Otro estamento que se vio levemente involucrado en el nacimiento de las colonias fue la Iglesia fontaniega, participando en la administración de sacramentos a los colonos pioneros durante los primeros meses de su establecimiento en la Nueva Población de La Luisiana.
En febrero de 1769 las primeras diez familias que llegaron a estas colonias ya habían ocupado sus suertes, y el mayor asentamiento de colonos se produce de marzo a octubre de 1769, contabilizándose ya en esta última fecha 152 familias ubicadas [14], todas ellas católicas, tal como bien quedaba especificado en una de los artículos del Fuero para acogerse a la empresa colonizadora.
Las colonias se encontraban todas integradas en una única feligresía, cuya parroquia tenía su sede en La Luisiana, contando las aldeas de El Campillo y Cañada Rosal con sendas capillas levantadas con posterioridad, de menores dimensiones, para atender a los colonos de cada núcleo, aunque todos los registros sacramentales quedarían asentados en la parroquia de la Purísima Concepción de La Luisiana.
En el informe de la visita cursada por el Superintendente Pablo de Olavide a la Nueva Población de La Luisiana a finales de agosto de 1769, el ilustrado manifiesta que «que la iglesia del lugar no le falta otra cosa que cubrirla y… sus paredes están secas pues se concluyeron el pasado abril, he mandado que a todas manos se pongan a ponerle el cubierto trabajando por tandas de día y de noche… y me han ofrecido que dentro de ocho días estará cubierta» [15].  
De este modo, teniendo presente que los colonos fueron llegando desde finales de 1768 y la iglesia se hallaba en construcción, los sacramentos les fueron administrados en parroquias de las localidades vecinas, a saber, las de San Juan Bautista de La Monclova y Santa María la Blanca de Fuentes.
En los folios 1 y 1 v. del Libro 1 de Bautismo de la Parroquia de La Luisiana, aparecen los bautizos de hijos de colonos que se celebraron fuera de la Nueva Población. D. Pedro J. de Arbizú, primer capellán de La Luisiana, El Campillo y Cañada Rosal, escribe: «Por varias certificaciones del Vicario y Cura de la Parroquial de Fuentes constan las partidas siguientes [16]», y asienta los ocho bautismos que entre mayo y septiembre de 1769 fuera la colonia, que coinciden con los primeros bautizos de hijos de colonos nacidos en su «nueva patria», siendo los siguientes:   

1. La Monclova, 26 de mayo de 1769.
Zeferino Manuel hijo de Antonio Smit y Victoria Simena
Celebrante: Fray Nicolás del Espíritu Santo, religioso mercedario

2. Fuentes, 19 de junio de 1769.
Ana hija de Juan Turnez y Juana Serman
Celebrante: Andrés Alonso del Corral, cura de Santa María la Blanca

3. Fuentes, 10 de julio de 1769.   
María Sabina hija de Francisco Sturmen y Ana Pis
Celebrante: Cristóbal Hornilla Lora, cura de Santa María la Blanca

4. Fuentes, 5 de julio de 1769.
María hija de Claudio Bubar y Bárbara Lavit 
Celebrante: Andrés Alonso del Corral, cura de Santa María la Blanca

5. La Monclova, 8 de agosto de 1769.
Lorenzo Cayetano hijo de Martín Yanson y Magdalena Studre
Celebrante: No lo cita

6. Fuentes, 31 de agosto de 1769.
Juan Bautista José de Santa María hijo de Pedro Bris y Francisca Espon
Celebrante: Fray Juan Fernández, religioso tercero de San Francisco

7. Fuentes, 31 de agosto de 1769.
José Francisco Pedro hijo de José Quellar e Isabel Planderon
Celebrante: Fray Juan Fernández, religioso tercero de San Francisco

8. Fuentes, 13 de septiembre de 1769.
Domingo José de Santa María hijo de Domingo Nuel y Ana Arnan
Celebrante: Fray Juan Fernández, religioso tercero de San Francisco

El primer bautismo celebrado en la nueva Iglesia de la Purísima Concepción de La Luisana tuvo lugar el día 20 de septiembre de 1769, y le fue administrado a la niña Ana María Much por el sacerdote D. Manuel de Acosta y Vargas [17].
Como curiosidad, hacemos alusión a que solo los bautizos 2 [18], 3 [19] y 4 [20] antes enumeradas constan a su vez en el Archivo Parroquial de Santa María la Blanca de Fuentes, coincidiendo con qué fueron los tres únicos bautizos realizados por curas radicados en dicha iglesia.
Circunstancias tales como la celebración de matrimonios mixtos con españoles, los movimientos migratorios y el propio paso del tiempo, entre otras, han ido provocando que a lo largo de los 250 años de historia de las Nuevas Poblaciones las diferencias –principalmente culturales– se hayan ido diluyendo. Pero a pesar de ello, aún pervive el rastro genético y se pueden encontrar descendientes de los colonos en las colonias, donde no solo abundan los apellidos centroeuropeos, sino que también conservan rasgos físicos característicos de las zonas de origen (piel clara, pelo rubio…), e incluso gran parte de las Nuevas Poblaciones mantienen costumbres festivas tradicionales de los países de los colonos, como la fiesta de los Huevos Pintados que celebra Cañada Rosal cada Domingo de Resurrección o el llamado Baile de los Locos, que se mantiene en Fuente Carreteros [21].
Hoy en día, tanto en La Luisiana como en El Campillo y Cañada Rosal [22], se mantienen algunos de los apellidos de los primeros colonos que los llevan descendientes de aquellos nuevos pobladores, tales como Hans, Duvisón, Fílter, Legran, Hebles, Rúger, Delis, Ancio,  Bacter,  Demans,  Pígner, Uber, Pistón, Chambra o Balmont.
Como afirma José Antonio Fílter Rodríguez [23],  «la gran aventura que emprendieron las familias colonas que crean estos pueblos hizo posible transformar territorios, caminos y baldíos fundando nuevos enclaves urbanos con nuevas sociedades en las que valores como la participación, el esfuerzo, la igualdad, la tolerancia, el respeto y la solidaridad, impregnaron los inicios de este gran proyecto ilustrado, convirtiéndose en sus más claras señas de identidad» [24].
Y desde la antigua villa señorial de Fuentes de Andalucía, nos congratulamos y adherimos a la conmemoración de este 250º aniversario fundacional de nuestras nuevas poblaciones vecinas de La Luisiana, El Campillo y Cañada Rosal. «250 años de un gran proyecto político, social, económico y cultural, pero sobre todo humano que transformó la realidad de una tierra y de una gente. 250 años de historias personales y proyectos colectivos. 250 años de vida» [25]. 250 años compartiendo la existencia bajo el sol de la campiña sevillana, bajo un clima de tolerancia y entendimiento como vecinos y ciudadanos de un mismo territorio, desde que a finales del siglo XVIII aquellos hombres y mujeres cruzaron media Europa, cargados de esperanzas, para cambiar sus vidas y construir estos pueblos con una singular identidad cultural.

Francis J. González Fernández

NOTAS:
1] Para profundizar en la historia de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, consulte la web: www.fuero250.org
2] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Las colonias sevillanas de la Ilustración: Cañada Rosal, El Campillo y La Luisiana, 1767-1835. Cañada Rosal: Ayuntamiento; La Luisiana: Ayuntamiento, 1996, págs. 63-65.
3] Ibídem, págs. 37-59. Reproducción literal del Fuero.
4] www.fuero250.org
5] PRIETO PÉREZ, Joaquín Octavio: Evolución Demográfica de las colonias sevillanas de la Ilustración en el último tercio del siglo XVIII. En: FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio, coordinador. Actas IV Jornadas de Historia sobre la provincia de Sevilla: Ilustración, ilustrados y colonización en la campiña sevillana en el siglo XVIII (Cañada Rosal y Fuentes de Andalucía, 16 y 17 de marzo de 2007). Sevilla: Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales (ASCIL), 2007, pág. 160.
6] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Orígenes y Fundación de La Luisiana, El Campillo y Cañada Rosal (La colonización de Carlos III en la Campiña sevillana). La Luisiana: Ayuntamiento, Delegación de Cultura, 1983, pág. 41.
7] (A)rchivo de (P)rotocolos (N)otariales de (É)cija. Fuentes. Leg. 3227. Gregorio Martínez de Parga. 1770-1772, t. 2. Fols. 61-62 (1771).
8] OLLERO LOBATO, Francisco y QUILES GARCÍA, Fernando. Fuentes de Andalucía y la arquitectura barroca de los Ruiz Florindo. Fuentes de Andalucía: Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 1997, págs. 113-116.
9] CERRO RAMÍREZ, Jesús. La villa de Fuentes (1578-1800). Fuentes de Andalucía: Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2011, pág. 778.
10] A.P.N.E. Fuentes. Leg 2768. Tomás Pérez de Olmo. 1768-1769. Fols. 25-26 v.
11] OLLERO, Francisco y QUILES, Fernando: Nuevas noticias sobre el proceso urbanizador de las Nuevas Poblaciones: especialmente referidas a la construcción de Cañada Rosal, La Carlota y La Luisiana. En: FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio, coordinador. Actas V Congreso Histórico sobre Nuevas Poblaciones: Las Nuevas Poblaciones de España y América (La Luisiana-Cañada Rosal), Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 1992, pág. 250.
12] En 1836 los territorios de la Monclova fueron incorporados administrativamente al término de Fuentes de Andalucía. Sus más de 5.300 hectáreas suponen en torno al 40 % del actual término municipal.
13] A.H.M.F. Actas Capitulares Libro 9. 1768 – 1773. Cabildo 1771-V-22.
14] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Las colonias sevillanas… en Op. Cit., pág. 137.
15] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Las colonias sevillanas… en Op. Cit., págs. 130-131.
16] (A)rchivo (P)arroquial de la Purísima Concepción de La (L)uisiana. Libro I de Bautismos. Folio 1.
17] Ibídem. Folio 2.
18] (A)rchivo (P)arroquial) Santa María la Blanca de (F)uentes de Andalucía. Libro 18 de Bautismos. Folio 296 vto.
19] A.P.F. Libro 18... en Op. Cit.. Folio 298 vto.
20] A.P.F. Libro 18... en Op. Cit.. Folio 299.
21] Entidad Local Autónoma enclavada en la provincia de Córdoba, perteneciente al municipio de Fuente Palmera, fundada por Carlos III dentro del proceso colonizador que nos ocupa.
22] Tras un largo proceso, pero siempre con el consentimiento y el mutuo acuerdo entre los representantes y vecinos de La Luisiana y Cañada Rosal, el 27 de Agosto de 1986, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía aprobó el Decreto de Segregación que convirtió a la colonia carlostercerista de Cañada Rosal en el municipio 103 de la provincia de Sevilla y en el más joven de todos los que integran la familia de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía.
23] Investigador local, Cronista Oficial e Hijo Predilecto de Cañada Rosal, Presidente-fundador de la Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales (ASCIL), miembro de la Junta Rectora de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales y de la Comisión Organizadora de los Encuentros de Investigadores Locales organizados por Casa de la Provincia de la Diputación de Sevilla, Vicepresidente de la Comisión Nacional «Fuero 250» y Coordinador General de las Jornadas de historia y patrimonio sobre la provincia de Sevilla que cada año organiza ASCIL.
Es autor de varios libros y ha publicado numerosos artículos, ponencias y trabajos en revistas, actas de jornadas, seminarios y congresos.
Mi enorme gratitud a mi amigo y compañero José Antonio Fílter, por cuanto ha colaborado para la realización del presente trabajo.
24] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio: 250 aniversario de la fundación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía. Cañada Rosal. El último sueño ilustrado. En Feria y Fiestas de San Joaquín y Santa Ana, Cañada Rosal, 2017, pág. 9.
25] Ibídem, pág. 10.

sábado, 13 de mayo de 2017

1950. CUANDO LA VIRGEN DE FÁTIMA VINO A FUENTES DE ANDALUCÍA


En 1950 los fontaniegos fueron testigos y partícipes de uno de los acontecimientos marianos de mayor relevancia que muchos pueblos de Andalucía vivieron en plena mitad del siglo XX. Llegó a Fuentes de Andalucía la imagen de la Virgen de Fátima Peregrina, de tan milagrosa advocación portuguesa.
Una devoción que surgió en la localidad portuguesa de Fátima, tras varias apariciones de la Virgen entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917 a tres pastorcillos, convirtiendo el lugar en santuario y foco de peregrinación de la orbe cristiana.
Hecha según las indicaciones de la hermana Lucía, única superviviente de los tres pastorcillos, la primera imagen de la Virgen Peregrina de Fátima fue ofrecida por el Obispo de Leiría, zona a la que pertenece Fátima, y coronada solemnemente el 13 de mayo de 1947. A partir del 13 de mayo de 1948, la imagen recorrió el mundo entero, provocando una rápida expansión de la devoción a la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
Después de más de medio siglo de peregrinación, en el que la imagen visitó 64 países de los distintos continentes, algunos de ellos varias veces, la Rectoría del Santuario de Fátima entendió que no debería volver a salir habitualmente, sólo por alguna circunstancia extraordinaria, y desde el año 2000, recibe culto en el citado Santuario. Aunque para dar respuesta a las inmensas peticiones, fueron hechas varias réplicas de la primera imagen peregrina que siguen visitando los puntos de la tierra donde es solicitada su presencia.
La llegada a Fuentes tuvo lugar el domingo 5 de noviembre de 1950 convirtiéndose en todo un magno acontecimiento para la población, que alentada por las autoridades municipales y eclesiales había engalanado las principales calles del pueblo por las que pasaría la Virgen durante su estancia en Fuentes con arcos florales, y vistiendo de gala fachadas, ventanas y balcones.
La corporación municipal, autoridades religiosas y militares, la Banda de Música Municipal y todo el pueblo recibieron a la comitiva en la entrada de Fuentes, en la Cruz Juan Caro, desde donde el cortejo discurrió hasta la Plaza de España entre la multitud. Allí el secretario del Ayuntamiento dio lectura al acta de la Corporación en la que constaba el acuerdo de consagrar la villa a Nuestra Señora de Fátima, leyendo la fórmula el alcalde, José Rodríguez de Moya y Picornell, y colocando a sus pies el bastón de mando distintivo de primer edil junto con el acuerdo municipal.
La Virgen fue llevada posteriormente a la Iglesia Parroquial, donde se celebró una solemne función y quedó expuesta a la veneración de los fieles durante toda la noche, en la que se organizaron numerosos turnos de vela y se rezaron infinidad de rosarios.
Al día siguiente, lunes, el día había sido declarado festivo y la Virgen siguió recorriendo en sus andas y rodeada de multitud las calles de la localidad, visitando los conventos de las Hermanas de la Cruz y las Madres Mercedarias, siendo portada a hombros por numerosos vecinos y saliendo a su paso las personas enfermas e impedidas buscando la intercesión de la Virgen en la mejoría de su salud. Tras todos los actos celebrados, fue despedida por el gentío en la Estación durante la jornada del lunes 6 de noviembre, donde también se contó con el acompañamiento de la Banda de Música, siguiendo la peregrinación hacia otros pueblos y abandonando Fuentes por la carretera de «La Platosa».
En el pleno de la Corporación de 30 de septiembre de 1950, el Alcalde dio «cuenta de la próxima llegada a esta villa de la Virgen Peregrina de Fátima, en su recorrido por los pueblos de la Diócesis. Su llegada está anunciada para el día cinco de noviembre y durante su estancia en la localidad se realizarán diversos actos religiosos. A nosotros nos cabe el honor, entre estos actos, el de llevar a cabo la consagración del pueblo al Corazón de María acordada previamente por el Ayuntamiento Pleno del que se dará lectura pública con el fin de dar carácter oficial a su venida. A estos efectos vería oportuno excitar el fervor religioso de los vecinos, para que en su día adornen las fachadas de sus viviendas con flores, colgaduras y levantando arcos en honor a la Stma. Virgen y declarando festivo el día laborable que haya de permanecer entre nosotros y organizando en fin cuanto en honor de la milagrosa imagen pueda ser grato a sus ojos. Propuesta del Sr. Presidente que la Corporación estima oportunísima y haciéndola suya por unanimidad la de proveer en forma de acuerdo del que se redactará copia certificada para su puesta a los pies de la Virgen. Al propio tiempo, teniéndose en cuenta que para atender a los gastos de peregrinación solo disponen los Rvdos. Padres de las limosnas del pueblo, se autoriza al Sr. Alcalde para que en nombre de este Ayuntamiento aporte la cantidad que estime oportuna».
Tal fue la repercusión de la visita de la Virgen a Fuentes, que propició la expansión de su devoción en el pueblo fontaniego, y durante los años 1951 y 1952 se realizó, sufragado por suscripción popular y una importante aportación de Victoria Huertos Muñoz, una imagen de la Virgen de Fátima y un camarín en la Iglesia Parroquial.
Victoria Huertos, esposa de Manuel Muñoz Conde, médico y alcalde de Fuentes durante la IIª República, fue nombrada camarera de la Virgen, habiendo ocupado en mismo menester en la Hermandad de la Vera Cruz, donde atendía a María Santísima del Mayor Dolor.









martes, 28 de marzo de 2017

SOBRE LA FUNDACIÓN DE LAS COFRADÍAS DE FUENTES DE ANDALUCÍA


Tanto para investigadores como para las propias corporaciones, la fecha de origen de las cofradías –en la mayoría de los casos no conocida– supone siempre una llama de curiosidad patente por saber más sobre la historia de nuestras hermandades de penitencia.
Las cofradías, como grupos de fieles organizados y erigidos con una función determinada, comienzan a surgir en la Iglesia durante la época medieval, aunque las que propiamente conocemos en la actualidad nacieron a finales del siglo XV y, sobre todo, en el siglo XVI.
Pero sería el Concilio de Trento, que se celebró entre 1545 y 1563, el empuje final y definitorio para la proliferación de las cofradías, principalmente de penitencia, que llegan hasta nuestros días. En él, la Iglesia recomendaba la estación pública, exponiendo la necesidad y ventajas que se derivaban del culto a las imágenes, y a su vez, marcó una legislación para controlar la representación de la Pasión a través de una reglamentación –las reglas– que la jerarquía debía sancionar. De este modo, se intentaba asegurar el control mediante disposiciones relativas al decoro de imágenes y cortejos, sirviéndose para ello de penas que incluían la excomunión.

"...declara que se deben tener y conservar, principalmente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad, o virtud alguna por la que merezcan el culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner la confianza en las imágenes, ...sino porque el honor que se da a las imágenes, se refiere a los originales representados en ellas; de suerte, que adoremos a Cristo por medio
de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos; y veneremos a los santos, cuya semejanza tienen…
Enseñen con esmero los Obispos que por medio de las historias de nuestra redención, expresadas en pinturas y otras copias, se instruye y confirma el pueblo recordándole los artículos de la fe, y recapacitándole continuamente en ellos: además que se saca mucho fruto de todas las sagradas imágenes, no sólo porque recuerdan al pueblo los beneficios y dones que Cristo les ha concedido, sino también porque se exponen a los ojos de los fieles los saludables ejemplos de los santos, y los milagros que Dios ha obrado por ellos, con el fin de que den gracias a Dios por ellos, y arreglen su vida y costumbres a los ejemplos de los mismos santos; así como para que se exciten a adorar, y amar a Dios, y practicar la piedad."
Concilio de Trento. Sesión XXV. 4-12-1563
La invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes

Por los datos hasta la fecha conocidos del origen de nuestras cofradías, marcamos nuestro punto de partida en el siglo XVI, por lo que hemos de aproximarnos brevemente al contexto histórico particular de Fuentes en esta determinada centuria. Si en 1534 la villa de Fuentes tenía 127 vecinos –entre 500 y 600 habitantes–, a finales del siglo que nos ocupa se contabilizaban 477 casas, 490 vecinos y 2.534 personas habitaban en el lugar, contabilizándose 481 vecinos pecheros –los ciudadanos que tenían obligaciones tributarias–[1].
Fuentes era un núcleo de señorío, de carácter agrario y ganadero, en el que la mayor parte de las tierras productivas del término se destinaban a la sembradura de trigo, cebada y avena, así como a la producción de aceite procedente de los cultivos de olivar. Un término propio del que, tras siglos de disputas, Fuentes gozaba desde 1558, cuando la Corona vendió a don Álvaro de Fuentes y Guzmán media legua alrededor de la villa de Fuentes, del término de Carmona, para que en adelante fuera término del lugar de Fuentes, y concediendo a los señores jurisdicción civil y criminal sobre el lugar y sus moradores. Un señorío que se vería engrandecido el 14 de enero de 1603, cuando Felipe II concede a Gómez de Fuentes Guzmán y de los Ríos, señor de la villa y caballero de Santiago, hijo del IXº señor de Fuentes, el marquesado de Fuentes, que lo recibe para sí y sus herederos en vida de su madre, ya viuda, doña Aldonza de los Ríos Acevedo [2].
En cuanto a la fisonomía arquitectónica del lugar, difería bastante de la villa barroca que se configuró a lo largo de los siglos XVII y XVIII, que viene a coincidir con el casco histórico actual, predominando por aquel entonces el lugar el Castillo del Hierro –palacio de los señores– y una naciente iglesia parroquial Santa María la Blanca que había sufrido importantes obras en el último cuarto del siglo XVI, primera de las grandes actuaciones patrocinadas por la casa de los Fuentes.
Ya en 1532 Santa María la Blanca contaba con actividad propia, puesto que desde esa fecha se conservan en el Archivo Parroquial los primeros registros de bautismo, y con anterioridad a 1561 se fundaría el Hospital de la Caridad[3], anexo al cual, pero sin fecha conocida, se levantaría la Iglesia de San Sebastián, patrón de la villa elegido a cabildo abierto el 25 de marzo de 1599.
En las dos primeras décadas del siguiente siglo –1608 y 1620– se fundarían los conventos mercedarios descalzos de San José y la Encarnación respectivamente, y a mediados de la centuria se construiría la primitiva Ermita del Señor San Francisco –en el arrabal de «El Postigo del Carbón»– obteniendo licencia para ser bendecida en septiembre de 1656.
Por último, entre 1755 y 1766 se levantaría en la céntrica calle Carrera la Ermita de Nuestra Señora de la Aurora y, en el siglo XIX, la del Señor del Calvario, extramuros de la población.
Esta nómina de edificios religiosos son los que han acogido durante los últimos cinco siglos el origen, en algunos casos, y la vida, desarrollo, auge o decadencia –hasta llegar al punto de su desaparición–  en otros, de las hermandades y cofradías fontaniegas que en adelante citaremos brevemente, constando en su enumeración el título primitivo de la misma.

Cofradía del Santísimo Sacramento 
Destinada al culto y adoración al Santísimo, posiblemente se trate de la primera cofradía fundada en Fuentes, en este caso, en el siglo XVI. Se posee constancia de su existencia en la Iglesia Parroquial ya en 1577, fecha en la que contaban con custodia y andas propias para la procesión del Corpus.

Cofradía de la Vera Cruz
Por la documentación conocida, se trata de la hermandad actual con mayor antigüedad.  Fundada hipotéticamente a mediados del siglo XVI, el primer dato escrito que se posee data del 1577, citándose expresamente en el primer inventario parroquial existente: “Un crucifijo de la Vera Cruz que está en su altar y es de la cofradía de la Vera Cruz”.
En 1697 ya se conoce que radicaba en la Iglesia de San Sebastián del hospital y en 1858 cambia de nuevo su residencia canónica, pasando al Monasterio de la Encarnación.
No se conoce la fecha de la incorporación al culto de la Virgen del Mayor Dolor.
Sus Reglas vigentes fueron aprobadas por la autoridad eclesiástica el 8 de mayo de 2013.

Cofradía del Santísimo Dulce Nombre de Jesús
La información documental de esta corporación es muy deficiente. Radicaba en la Iglesia Parroquial y se tiene constancia de su existencia, en diversas citas explícitas, en documentación fechada desde 1615 a 1748.

Hermandad de los Nazarenos
La prueba documental más remota conocida sobre la presencia de esta cofradía se remonta al 18 de junio de 1618, cuando el papa Pablo V refrenda en Roma la Bula Pontificia que concedió a “una piadosa y devota hermandad de fieles de ambos sexos denominada de los Nazarenos”, radicada en el naciente convento mercedario descalzo de San José que había sido fundado en Fuentes en 1608.
El mercedario fray Pedro de San Cecilio, que llegó a ser comendador del convento de Fuentes de 1624 a 1626, dejó escrito de los Annales del Orden de Descalzos de N. S. de la Merced…[4], publicados en 1669 –un año después de su muerte– cómo la cofradía radicada en la iglesia de los frailes con altar propio tenía su procesión la mañana del Viernes Santo.  
La titular mariana se incorporaría definitivamente a partir de 1774, como queda patente en adelante al tratar la cofradía de la Soledad.
Sus vigentes reglas fueron aprobadas por la autoridad eclesiástica competente el 26 de julio de 2005.

Hermandad de Nuestra Madre y Señora de Consolación 
En 1622, el historiador utrerano Rodrigo Caro sacó a la luz su libro Santuario de Ntra. Sra. de Consolación…[5] en el que cita, por orden de antigüedad, más de una treintena de hermandades filiales que cada año peregrinaban a las plantas de la milagrosa imagen de la Virgen de Consolación de Utrera, ocupando el decimosexto lugar la filial de Fuentes.
Las primeras Reglas conocidas datan del 14 de junio del año 1658, fecha en la que el provisor y vicario general del Arzobispado de Sevilla, Diego de Castrillo, aprobó la primera Regla de esta cofradía establecida a la fecha en la Ermita de San Francisco, edificio que había obtenido licencia para su bendición tan sólo dos años antes. De ello se desprenden las incógnitas de que la Cofradía fuera fundada en otro templo de la localidad y posteriormente pasara al Postigo, o de que a pesar de que se obtuviera permiso de bendición en 1656, ya existía con anterioridad a esta fecha el templo de San Francisco.
El carácter penitencial de la cofradía lo adquirió con posterioridad. El dato más remoto que se posee en este aspecto data del 6 de abril de 1732, en cuya primera acta de cabildo que se conserva consta el acuerdo para que «salga la Cofradía el Miércoles Santo como se tiene costumbre» con el Señor de la Humildad.
La Virgen de los Dolores no se incorporó como titular mariana dolorosa hasta 1797, en marzo de cuyo año fue recibida.
Las vigentes reglas en vigor datan del 14 de septiembre de 2011.

Cofradía de Nuestra Señora del Rosario 
En 1573 el señor de Fuentes, don Álvaro de Guzmán, funda la capilla del Rosario en Santa María la Blanca, colateral a la mayor y con tribuna abierta a esta, aunque como cofradía constituida, el dato más remoto corresponde a 1629, alcanzando su época de mayor esplendor en el siglo XVIII.
Se mantiene activa, según los libros de la hermandad, hasta 1926. En la actualidad pervive como Grupo Parrroquial de Fieles reorganizado en 2009.

Cofradía de San Sebastián 
Radicada en la iglesia del mismo título del Hospital de la Caridad, y aunque se poseen datos del patronazgo del santo sobre la villa desde 1599 como se citaba anteriormente, solo se han hallado escuetas citas de su existencia como cofradía, correspondiendo la más antigua a 1629.
Desde la década de 1990 se mantiene activa como Grupo Parroquial de Fieles.

Cofradía de las Ánimas Benditas del Purgatorio 
Asociada como era usual a la del Santísimo Sacramento desde el siglo XVII, poseía retablo propio en Santa María la Blanca y rendía culto a la imagen del Santísimo Cristo de la Expiración, crucificado que a la fecha se venera a los pies de la primera nave de la epístola.
La primera cita localizada de su existencia corresponde a 1629. De 1906 se posee el último dato de su actividad, en el que celebraron –como era costumbre– su novena en el mes de noviembre.

Cofradía de San Pedro 
En el Archivo Parroquial se conservan las primeras Reglas conocidas de esta corporación, que fueron aprobadas por la autoridad eclesiástica en 1640, además de varios libros de la administración de la misma.
La cofradía, que aglutinaba al clero de la villa, rendía culto a la imagen sedente del apóstol que en la actualidad se sitúa en la calle central del retablo mayor, y que adquirieron en 1711.
Desaparece como tal a finales del siglo XIX.

Confraternidad de Nuestra Señora del Carmen 
El dato más pretérito conocido constata su existencia en 1672, rindiendo culto a su imagen en la capilla del Sagrario de la Iglesia Parroquial, de cuyo templo se marchó en 1710, estimándose que se trasladará a San Francisco, donde llegó a desaparecer en torno a 1715.
En 1890 fue refundada en la Ermita de San Francisco por el entonces párroco D. Juan Bautista Jiménez Barros, y cuatro años después fue aprobada su erección canónica por el vicario general de la Orden Carmelita. Desde 1899 venía organizando una velada en los aledaños del templo del Postigo, y que siguió celebrándose hasta finales del siglo XX que desapareció, promovida ya por el consistorio.
La cofradía quedó desaorganizada en la década de 1960.

Cofradía de la Santa Caridad de Cristo
Aunque posiblemente ya existiera como cofradía hospitalaria en el siglo XVI, fue erigida como tal en el año 1675 en la Iglesia de San Sebastián del hospital de la Caridad. Como en la mayoría de los casos, el conocimiento de datos de la misma es escasísimo.

Cofradía del Santo Rosario de la Aurora
Fundada en 1700 bajo el título de Congregación del Santo Rosario «de la Aurora María Santísima» en el Convento del Señor San José de la comunidad mercedaria descalza con licencia del provisor del Arzobispado de Sevilla, tras diversos pleitos con el comendador mercedario, en 1721 se traslada a la cercana Iglesia de San Sebastián.
Entre 1755 y 1766 la cofradía levantó en la céntrica calle Carrera una capilla propia independiente, a la que se trasladaron.
La hermandad desapareció como tal en la primera mitad del siglo XX, aunque el culto y la devoción se mantuvo patente entre los fontaniegos quedando la custodia y el mantenimiento de la capilla e imágenes a cargos de las «vecinas de la Virgen».
En 2003 se recuperó el culto público y en la actualidad trabajan como Grupo Parroquial de Fieles.
Cofradía Hermandad del Orden Tercero de Nuestro Padre San Francisco
Fundada en la Santa María la Blanca, el único dato que se posee es que ya existía en 1705 y que contaba con reglas aprobadas por la autoridad eclesiástica.

Cofradía de Nuestra Señora de la Merced 
Corporación establecida en la Iglesia de los Padres Mercedarios, solo ha sido localizada una cita alusiva a la misma fechada a mediados del siglo XVIII.
Congregación de Siervos de María Santísima de los Dolores (vulgo “los Servitas”)
Constituida en 1806 en la Iglesia Parroquial, levantaron retablo propio y adquirieron la imagen titular, realizada por encargo por el escultor gaditano José Fernández Guerrero, y cuyo coste ascendió a 1.000 reales , celebrando cada año un septenario que culminaba el Viernes de Dolores, en la fiesta de la Virgen.
Se mantuvo activa corporativamente hasta finales del siglo XIX, aunque el culto a la titular se ha conservado hasta mediados de la segunda mitad del XX.

Hermandad del Santo Entierro de Cristo y Soledad de María 
La cofradía actual, bajo el título citado, tiene su inicio en 1895, cuando el 15 de abril en sesión conjunta de los cofrades del Santo Entierro de Cristo y los de Nuestra Madre y Señora de la Soledad acuerdan la fusión de ambas, ya que las mismas venían realizando sus estaciones de penitencia en la noche del Viernes Santo y así había sido recomendado por la autoridad eclesiástica.
De la veneración al Cristo yacente se conoce que venía protagonizando en la Parroquia desde siglos atrás la ceremonia del descendimiento, dentro de la liturgia del Viernes Santo, datando la mención documental más remota como cofradía constituida de 1821.
En cuanto a la Virgen de la Soledad, ya existía en el siglo XVIII una imagen bajo esta advocación, que aunque sin ser titular, venía siendo llevada en procesión por la cofradía de Jesús Nazareno en su estación de penitencia en la madrugada del Viernes Santo y otras cofradías. En 1774 el vecino Tomás Conde de la Peñuela obtuvo la posesión de la capilla de la Soledad en el Convento de San José con objeto de ser lugar de su enterramiento y familia y decidió costear una nueva imagen de la Virgen para evitar que esta saliera de la capilla, dejando la antigua en beneficio del convento y de las propias cofradías.
Los deseos de Tomás Conde –que feneció en 1780– no se cumplieron y en las décadas posteriores se fundaría la cofradía de la Soledad.
Sus reglas vigentes fueron aprobadas por la autoridad eclesiástica el 4 de marzo de 2008.

Hermandad de Nuestro Padre y Señor de la Salud 
Fundada en el Convento de San José en 1879, en 1891 la autoridad eclesiástica le aprueba un nuevo reglamento con rango de Reglas incorporando al título y culto a la Virgen de la Merced.
La devoción al Cristo de la Salud se asienta en Fuentes fuertemente arraigada desde el siglo XVII. El Señor solo salía en procesión en caso de calamidad, acción de gracias o petición de clemencia. Aunque sí ha mantenido procesión continuada en diversos periodos, como de 1879 a 1890, que salía al finalizar su anual quinario, cada 15 de agosto, en los años 1915 y 1916, o durante las décadas de 1960 y 1970, presidiendo un Vía Crucis por las calles en las madrugadas o tardes de los Viernes Santo. Inactiva desde mediados de la década de 1980, el Cristo preside anualmente un Vía Crucis cada mañana de Viernes Santo en la Iglesia Parroquial, donde está expuesto al culto.

Hermandad del Santísimo Cristo de la Piedad y Misericordia (vulgo de «El Calvario») 
La alusión más remota a esta popular devoción fontaniega se debe a un azulejo del siglo XIX que originariamente poseía la Ermita del Señor que decía: «El día treinta de marzo de mil ochocientos setenta se renovó este Calvario por la piedad y por cuenta del piadoso vecindario».
Fue el 8 de junio de 1901 cuando un grupo de devotos del Señor, determinaron «dejar instituida la Hermandad, nombrando una junta directiva o de gobierno y acordando las bases o artículos para su mejor régimen», elevando petición de aprobación al Arzobispado de Sevilla, que finalmente, el 20 de mayo de 1904, aprobaría las Reglas de la nueva Hermandad.
El Señor, que como se cita originariamente atendía al título de Santísimo Cristo de la Piedad y Misericordia, recibiendo culto en la Capilla del Calvario, a lo largo del siglo XX tomó su advocación actual del lugar donde recibía culto, a causa de la tradición oral del pueblo. Un emplazamiento que ya en documentación expresa del siglo XVIII es nominado como Palmar del Calvario.
En el año 2000 se reactiva el culto público a la venerada imagen, recuperándose la Ermita tres años más tarde.
Desde 2007, un Grupo Parroquial de Fieles se encarga de promover sus cultos y mantener la ermita y su recinto.

Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y Nuestra Señora de los Dolores (Vulgo de “los mochos”) 
La actividad de esta hermandad, sin aprobación eclesiástica, se enmarca en unos escasos años entre 1977 y 1984, coincidiendo con el periodo que el sacerdote D. Ramón Díez de la Cortina ejerció como párroco de Fuentes de Andalucía. Procesionaron los lunes santos con las imágenes del Nazareno del Gran Poder y la Virgen de los Dolores de los Servitas, ambas del templo parroquial, con enseres cedidos por otras cofradías.

Hermandad de María Auxiliadora 
La devoción a la Virgen Auxiliadora llega a Fuentes con los padres salesianos en 1929, que permanecieron con casa y colegio en el pueblo hasta 1948. Pero a pesar de la marcha, los antiguos alumnos mantuvieron el culto a la Virgen de don Bosco y en 1978 la advocación fue elegida para presidir la primera Romería dentro del calendario festivo local.
El 10 de marzo de 1981, previa convocatoria pública, un nutrido grupo de antiguos alumnos y organizadores de la romería se reunieron con objeto de constituir la Hermandad de María Auxiliadora y elevar solicitud a la vcaría general del Arzobispado de Sevilla para su ratificación. Se iniciaba así una larga trayectoria que culminaría con la aprobación definitiva de sus Reglas el 25 de Mayo de 2004.

Asociación Parroquial del Santísimo Cristo de Paz en su Gloriosa y Triunfal Entrada en Jerusalén y Nuestra Señora de la Esperanza (Vulgo de “La Borriquita)
Se trata de la más reciente de las corporaciones fontaniegas. Fundada en la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca el 7 de mayo de 1999, el 2 de enero del año siguiente se produjo el recibimiento y bendición de la imagen del Señor. La imagen la Virgen de la Esperanza se incorporó como titular en 2004, siendo bendecida el 16 de octubre de ese año.
En la actualidad tiene incoado expediente en el Arzobispado de Sevilla para poder ser aprobada como Agrupación Parroquial una vez que reúna todos los requisitos exigidos por la autoridad eclesiástica, paso previo indispensable antes de su erección canónica como Hermandad.

NOTAS:
1] Dato tomado entre 1591 y 1594. GONZÁLEZ, Tomás: Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI. Madrid: Imprenta Real, 1829, p. 334.
2] Para conocer más del señorío de Fuentes, véase: GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Francis J. El señorío de Fuentes: una aproximación a su historia. En FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Actas XI Jornadas de Historia y Patrimonio sobre la Provincia de Sevilla: La nobleza en el Reino de Sevilla durante el Antiguo Régimen. Siglos XIII-XVIII. Sevilla: Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales, 2015, p. 209-223.
3] A.G.A.S. Sección Justicia. Serie Hermandades. Legajo 144.
4] Annales del Orden de Descalzos de N. S. de la Merced Redempción de Cautivos Christianos. Barcelona, 1669. Tomo I, p. 645-676.
5] CARO, Rodrigo: Santuario de Ntra. Sra. de Consolación y antigüedad de la villa de Utrera. Osuna, 1622. Reedición Excmo. Ayuntamiento de Utrera, 2005.

lunes, 27 de marzo de 2017

NUEVA PUBLICACIÓN: La beata Juana de Cristo (1586-1616) y el establecimiento de la Orden de la Merced Descalza en Fuentes de Andalucía


Para los que nos apasiona la historia local, es siempre un motivo de gran satisfacción ver publicado un trabajo propio de investigación.
De este modo, me siento sumamente feliz por la aparición de mi último libro, que bajo el título «La beata Juana de Cristo (1586-1616) y el establecimiento de la Orden de la Merced Descalza en Fuentes de Andalucía» es ya una realidad.
Esta pequeña obra ahonda en el perfil histórico y místico de una mujer de Dios que, sin lugar a dudas, no pasó desapercibida en la época que le tocó vivir; ni ante los ojos de sus vecinos, y ni mucho menos, ante los de su familia, que no veían en Juana de Vega y Alcalá a la beata Juana de Cristo.
Una figura notable, nacida en la vecina localidad de Marchena, que vivió la mayor parte de su vida en el Fuentes de finales del XVI y principios del XVII, y cuyo primordial propósito fue la búsqueda de la felicidad entregando su vida a Dios y viviendo su profunda fe desde la radicalidad evangélica.
Pero la vida de la Juana de Cristo no puede entenderse sin los mercedarios descalzos, que tanto bien hicieron por ella y su vocación, encauzando su vida religiosa y dirigiéndola espiritualmente. Por ello, el presente trabajo aborda, más allá de los aspectos biográficos de sor Juana, una breve aproximación contextual al Fuentes de la época y los hechos acaecidos para el establecimiento en la villa de la Orden de Descalzos de la Merced.
Mi gratitud pública a cuantos han contribuido para el feliz desenlace de este trabajo; especialmente a María Teresa Ruiz Barrera, doctora en Historia del Arte, especializada en estudios relacionados con la Orden de la Merced y compañera en la Asociación Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales (ASCIL); a José María Carmona Domínguez, director del Archivo Municipal de Carmona y a MArina MArtín Ojeda, archivera municipal de Écija bajo cuya tutela se encuentra el fondo histórico del Archivo de Protocolos Notariales de Fuentes de Andalucía.
Gracias al padre D. Francisco Cano Manrique, historiador de la Orden de la Merced Descalza; a madre Isabel y la comunidad mercedaria del monasterio fontaniego de la Encarnación; a Samuel García Vega y su familia y a José Gómez Gómez.
Y como no podía ser de otra forma, mi reconocimiento para el Excmo. Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, por su aportación para la publicación de este libro, en una apuesta firme y declarada por la cultura y el patrimonio, para que la historia de Fuentes de Andalucía llegue a las manos y el conocimiento de todos los fontaniegos y personas atraídas por nuestro pasado.
Un libro que permitirá rescatar el relato de la vida de Juana de Vega y Alcalá, una mujer de fe con historia que hizo historia en Fuentes de Andalucía.
Todas aquellas personas que deseen contar con un ejemplar, pueden contactar conmigo por privado.
También estará disponible en la Biblioteca Pública Municipal y en las de los distintos centros educativos.


martes, 21 de marzo de 2017

CARTEL ANUNCIADOR DE LA SEMANA SANTA DE FUENTES DE ANDALUCÍA 2017



¿No es luz la Semana Santa? 
La luz de la Pascua del que es luz del mundo, la del cirial de Martes Santo que esquiva la luz de la lámpara del «Vecino» o la luz que provoca la sombra del Nazareno del Convento en la plenitud de una tarde de azahares. La luz de una candelería bajo palio de crestería con sabor decimonónico o la del guardabrisa que intenta dar más luz aún a un manto centenario.
Es la luz en la llama de la cera del camino del Calvario, es la de la Salud que entra por las ventanas en mañana de Viernes Santo y la luz del Sagrario que reserva el cuerpo de Dios consagrado en Monumento de Jueves Santo.
La Semana Santa es… la luz ausente bajo unas trabajaderas y la que entra por el antifaz del nazareno, la luz que brilla en los ojos que se emocionan y la luz que falta en la mirada del necesitado. 
Es la de la linternita que alumbra la partitura de un músico, es la luz en tiniebla en la que se refleja el humerío’ que va formando el turiferario y, es también, por qué no, la que irradia de esa cara que pilla con hambre una torrija recién hecha.   
La Semana Santa es la fe, la imagen, el detalle, el color… y es la luz, la luz del Domingo de Ramos. 
Al igual que Cristo es el centro de nuestra Semana Mayor, en este cartel es Cristo el principal protagonista. El Señor de la Paz en su Entrada en Jerusalén, y aún cuando la vista no lo aprecie, se denota que lo hace sobre su paso de misterio, ya arriado, enfrontilado ante el dintel de Santa María la Blanca para iniciar su estación de penitencia dando comienzo a la Semana Santa fontaniega. 
Cristo en su paso, y al fondo, el singular barroco de Fuentes de Andalucía en las yeserías del altar de Ánimas atribuidas a Alonso Ruiz Florindo y parte de la balconada del órgano de la «catedral blanca de la campiña». Y arriba, en la parte superior izquierda, una leve hoja de palmera asoma su extremo.  
Cristo en el centro, su diestra bendiciendo al pueblo de Fuentes que es Jerusalén, y la luz lo llena todo, iluminando el perfil del rostro del hijo de Dios. 
La instantánea es adsorbida por el poder expresivo de la imagen, que busca en el que lo visualiza la emotividad que recoge la esencia y el sabor de estos días condensando todo el sentido y la sensibilidad que desprende cada momento de la Semana Grande de Fuentes de Andalucía.
En este cartel, la tarde le ha soltado el dobladillo a la luz que ya tantea al misterio. El Señor sale a las calles, Él que es el Buen Pastor que busca, no a las ovejas que están en el redil, sino a las descarriladas. Y es que el Señor llama, a todos sin excepción, y muchas veces no queremos ni escuchar ni acudir a su llamada. 
Es mi deseo que este cartel cumpla su objetivo: el de anunciar la llegada de lo que se aproxima y tanto ansiamos los cofrades. Y en su contemplación, vayamos más allá, y orando al Señor de la Borriquita veamos la dulce mirada del Señor del Postigo, la mano que bendice y abraza la cruz como la del Nazareno del Convento, la Paz que transmite el cuerpo exánime clavado en el madero de Jesús de la Vera Cruz, la devoción del pueblo en las súplicas a los crucificados del Calvario o la Salud y el suave sueño del Cristo yacente, preludio de la noche grande de la cristiandad. Y es que, la luz de este cartel, es la luz de nuestra Semana Santa, y las vísperas de la Resurrección. 
En las manos del Señor está todo lo que somos. En las manos del Señor está uno, y los de uno. Pero también están todos los otros. En las manos del Señor. Esa diestra que en el cartel bendice y la zurda que lleva las riendas, las riendas de nuestra vida. Y con Él, está Ella, la más eficaz Mediadora, a la que elevamos nuestra plegaria para que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos.  
Hermanos, la Semana Santa nos espera a la vuelta de la esquina. La de Fuentes de Andalucía ya tiene cartel; este es su cartel, mi foto, el Señor para mirarlo e imitarlo, el Señor para amarlo.  
Dicen que la mirada es la forma más pura de vivir. No hacen falta las palabras ni los sintagmas, los verbos ni las corcheas. Mirar es escuchar el acorde del silencio. Todo es forma, color y luz. Todo es la transparencia del aire que se cuela por los ojos. Una y otra vez. Como si no pasara el tiempo. Como si fuera posible conservar en el cofre de la ilusión la mirada del asombro, la mirada del niño. Y quien crea que todo esto puede ser una repetición que lleva al hastío, que se dé media vuelta. 
Y es que nuestra Semana Santa es como un paisaje hermoso. O como el rostro de un hijo. Porque uno no se cansa nunca de mirarla.

lunes, 13 de febrero de 2017

EL ENTORNAO DE FUENTES DE ANDALUCÍA

Suena a bombo y caja, a falsete tras un trapo que esconde un rostro con ganas de guasa, a bullicio en la Carrera y al “tururururu tururu” de un pito de caña. Suena a eso, y a mucho más. Y sabe, sí, sabe. Sabe a pan de rosca y palmito, pero sobre todo, sabe y huele a entornao. Es el singular Carnaval de Fuentes de Andalucía.
Y en estas vísperas se perfuman obradores y cocinas para endulzar el paladar de propios y foráneos listos para gozar de esta fiesta de abolengo que se apodera de febrero.
Harina de trigo, azúcar, aceite de oliva, pimentón dulce molido del bueno, clavo, matalauva, sal, cáscara de naranja, agua templada, levadura de pan y a amasar. Todo en sus justas medidas. Y para rellenar: azúcar, ajonjolí y canela. Y al horno.  

Así se hace el ENTORNAO de FUENTES DE ANDALUCÍA.